lunes, 27 de abril de 2015

¡ME HUBIERAN GUSTADO TANTAS COSAS!

No te acabes
o por lo menos
por favor
no lo hagas antes que yo.

MARÍA NASCH.



Querido Hume:

Pides consejo: ¡ah, qué humana y peligrosa es esa costumbre! Aconsejar a un hombre que pregunta qué hacer con su vida implica algo muy cercano a la egomanía. Pretender orientar a un hombre hacia la meta correcta y definitiva, señalar con un dedo tembloroso la BUENA dirección, es una tarea que sólo un tonto puede arrogarse.

Yo no soy tonto, pero respeto la sinceridad con que me solicitas consejo. Te pido, sin embargo, que al escucharme recuerdes que un consejo ha de ser por fuerza producto del hombre que lo da. Lo que uno considera cierto puede ser desastroso para otro. Yo no veo la vida con tus ojos, ni tú con los míos. Si me propusiera darte algún consejo específico, me parecería demasiado a un ciego empeñado en guiar a otro ciego.

Ser o no ser: he aquí la cuestión. ¿Es más noble encajar las hondas y flechas del injusto infortunio? ¿O alzar los brazos contra el mar de calamidades...?
(Shakespeare).

Y, efectivamente, ésa ES la cuestión: flotar con la marea o nadar hacia nuestra meta. Es una elección a la que, en algún momento de nuestras vidas, todos nos hemos de enfrentar, ya sea de modo consciente o inconsciente. ¡Hay tanta poca gente que lo entienda! Piensa en cualquier decisión que hayas tomado que tuviera alguna relevancia para tu futuro. Tal vez me equivoque, pero me parece imposible que no implicara una elección por muy directa que fuese entre las dos opciones que he mencionado: flotar o nadar.

Ahora bien, ¿por qué no flotar cuando no se tiene meta? Eso es otro asunto. Es indiscutiblemente mejor disfrutar mientras flotas que nadar en plena incertidumbre. Entonces, ¿qué hace un hombre para encontrar una meta? No un castillo en el aire, sino algo real y tangible. ¿Cómo puede el hombre asegurarse de que no anda tras una gran montaña de caramelos, tras esa seductora meta de caramelo que apenas tiene sabor y carece por completo de sustancia?

La respuesta y, en cierto sentido, la tragedia de la vida es que nos esforzamos por entender la meta, no al hombre. Establecemos una meta que nos exige ciertas cosas: luego las hacemos. Nos adaptamos a las exigencias de un concepto que NO PUEDE ser válido. Supongamos que de pequeño querías ser bombero. Me parece razonablemente inequívoco afirmar que ahora ya no lo quieres. ¿Por qué? Porque tu perspectiva ha cambiado. El que ha cambiado no es el bombero, sino tú. Cada hombre es la suma total de sus reacciones a la experiencia. A medida que tus experiencias difieren y se multiplican, te conviertes en un hombre distinto y, en consecuencia, cambia tu perspectiva. Así ocurre una y otra vez. Cada reacción implica un proceso de aprendizaje; cada experiencia significativa altera tu perspectiva.

Así que adaptar nuestras vidas a las exigencias de una meta que cada día percibimos desde un ángulo distinto parece estúpido, ¿no? ¿Cómo podríamos esperar cualquier logro que no fuese una mera neurosis galopante?

La respuesta, entonces, no ha de referirse para nada a las metas, o en cualquier caso a las metas tangibles. Harían falta ríos de tinta para desarrollar este asunto en su plenitud. [...] Soy el primero en admitir mi absoluta falta de cualificación para condensar el significado de la vida en uno o dos párrafos.

Me voy a desviar para apartarme de la palabra "existencialismo", pero podrías tenerla en cuento como una especie de clave. [...] Poner nuestra fe en las metas tangibles parece, cuando menos, imprudente. Así que no luchamos para ser bomberos, ni policías, ni bomberos. LUCHAMOS PARA SER NOSOTROS MISMOS.

Pero no me interpretes mal. No quiero decir que no podamos SER bomberos, banqueros o médicos, sino que hemos de lograr que la meta se adapte al individuo en vez de obligar al individuo a adaptarse a la meta. En todo hombre se combinan la herencia y el ambiente para producir una criatura dotada de ciertas capacidades y deseos; eso incluye una necesidad profunda de funcionar de tal modo que su vida adquiera SENTIDO.  Un hombre ha de SER alguien; ha de importar.

Así, a mi modo de ver, la fórmula sería más o menos como sigue: un hombre debe escoger el camino que permita el funcionamiento de sus capacidades con la mayor eficacia para la gratificación de sus deseos. Si lo consigue, satisfará la necesidad (pues obtendrá una identidad al seguir un patrón establecido para alcanzar una meta establecida), evitará la frustración de su potencial (pues habrá escogido una meta establecida) y se librará del terror de ver cómo languidece su meta, o cómo va perdiendo el encanto a medida que él se acerca (pues en vez de forzarse a cumplir con las exigencias de aquello que persigue, habrá procurado que la meta se adapte a sus capacidades y deseos).

En resumen, no habrá dedicado su vida a alcanzar una meta previamente definida, sino que habrá escogido un modo de vida con la CERTEZA de disfrutarlo. La meta es absolutamente secundaria. Lo que de verdad importa es cómo funcionamos para alcanzarla. Y parece casi ridículo decir que un hombre DEBE encontrar un funcionamiento que se adapte a su elección; pues permitir que sea otro quien defina tus metas equivale a renunciar a uno de los aspectos más significativos de la vida: el acto definitivo de voluntad que convierte a un hombre en individuo.

Supongamos que crees tener ocho caminos distintos a escoger (todos ellos previamente establecidos, por descontado). Y supongamos que no le vas un sentido real a ninguno de los ocho. ENTONCES - y aquí se condensa la esencia de todo lo dicho anteriormente - DEBES ENCONTRAR UN NOVENO CAMINO.

Naturalmente, no es tan fácil como suena. Has tenido una vida relativamente estrecha, una existencia más vertical que horizontal. Por eso no es difícil entender que te sientas así. Pero el hombre que pospone la tarea de ESCOGER se verá obligado a aceptar, de modo inevitable, que las circunstancias escojan por él.

Entonces, si te encuentras hoy entre los desencantados, no tienes más remedio que aceptar las cosas como son, o ponerte a buscar algo distinto en serio. Pero cuídate mucho de buscar una meta. Busca una manera de vivir. Decide cómo quieres vivir y luego averigua cómo puedes ganarte la vida DENTRO de esa manera de vivir. Pero tú mismo has dicho: "No sé dónde buscar; no sé qué buscar."

Y ahora viene el punto crucial. ¿Merece la pena renunciar a lo que tengo para buscar algo mejor? No lo sé. ¿A ti te lo parece? ¿Quién puede decidirlo, sino tú mismo? Sin embargo, la mera DECISIÓN DE BUSCAR ya supone un gran avance en la elección final.

Si no me obligo a parar, acabaré escribiendo un libro. Espero que no te resulte tan confuso como parece a primera vista. No olvides, por supuesto, que ésta es MI MANERA de ver las cosas. La verdad es que me parece que se aplica a términos bastante comunes, aunque puede ser que no opines lo mismo. Cada cual ha de fundar su credo: resulta que éste es el mío.

[...] Hay más cosas: nadie tiene la OBLIGACIÓN  de pasarse el resto de su vida haciendo lo que no desea hacer. Sin embargo, una vez más, si terminas haciéndolo, asegúrate por todos los medios posibles de convencerte de que TENÍAS que hacerlo. Te sentirás muy acompañado.

[...]

Carta escrita en 1958 por el honorable escritor y periodista Hunter S. Thompson a su amigo Hume Logan, en su respuesta a su petición de consejo vital.









Son las tres de la madrugada y me venía de pinta hacer esta entrada corta. Sin nada de especial (hace mucho que no hago nada que no sean escritos o textos, lo sé). Esta carta de arriba me ha encantado. Y como todas las palabras que florecían en mi cabeza me parecían inefables, he recurrido a esto que, de una manera sencilla, resume todos mis sentimientos e ideales vitales.

Últimamente no estoy muy bien. Aunque estoy bastante inspirada (sí, me contradigo con el párrafo anterior). Cada vez que veo o toco algo, una nueva historia aparece en mi mente. Esta sensación es muy rara, pero debo reconocer que me encanta. 

Y lo añoro todo.
Estos últimos días están siendo difíciles. Yo soy la primera que me pongo las barreras, pero el mundo tampoco ayuda. Pero es normal. Los barcos no llegan a buen puerto si el viento y el mar se entrelazan entre ellos y forman bucles.

Es como si estuviese batallando en dos guerras a la vez.
Y tener dos frentes abiertos es peligroso.
Y adictivo y emocionante.

Y lo estoy empezando a añorar todo. TODO. Añoro la vida que llevaba antes, mucho antes. No mi infancia, sino ese espacio de incerteza y cambios en el que uno pasa de ser niño a ser adolescente. Ahora todo es diferente.
Añoro las conversaciones con A, las risas con C, la carta que me escribió N ayer y la felicidad al lado de J.

Me estoy empezando a añorar de todos mis recuerdos, y no me gusta.
Cómo desearía viajar en el tiempo.

Pero creo que, sobretodo, me añoro a mi misma.
O, al menos, a mis pensamientos. A la forma de ver el mundo que tenía antes.
Yo era un chica amable. Y simpática y abierta y me lo pasaba siempre bien. Era lista, creo. No estudiaba nunca y sacaba las mejores notas de toda la clase. No sabía dibujar. Y ahora tampoco. Tenía las ideas claras y siempre sabía lo qué quería. Era feliz.
(mi infancia no fue tan feliz. pero me gusta recordarla así).
Y nunca me ponía las Converse blancas porque tenía miedo de mancharlas con la arena del patio.
Jugaba siempre con D, con A, con C, con J, con E, con M...
Pero las cosas han cambiado.
No sé nada de D desde hace dos años. Absolutamente nada. Y dudo que vuelva a saber algo de él.
La relación que llevo con A sigue en pie, lo reconozco. Nos une algo demasiado difícil como para romperse. Sabe cómo soy y, en cierta manera, no lo ha olvidado.
Hace mucho que no hablo como lo solía hacer con C.
Y J... J es J.
E se escondió de mi en cuando pudo, y M ya no me cae bien.

Claro que los cambios conllevan a otros principios.
Que he dejado a muchos, pero he empezado nuevas historias con otros. Lo sé.
Pero añoro mis antiguas historias.

Dejé una puerta entreabierta. Todavía entra un poco de luz a través de ella, pero el resto de la estancia esta sumida en la más temible oscuridad. Y no soy capaz de cerrar la puerta de una vez por todas.



Él robaba frases que le entregaba cuidadosamente empaquetadas, y ella abría el envoltorio, se las ponía en la boca y las saboreaba con satisfacción: le encantaba pensar que sí, que por ella él se transformaría en ese buen chico con el que le convenía estar, que él era quien le iba a dar todo lo que ella merecía.
Todo y más.

Y es que hay cosas que tenemos que aprender
(yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar).





Algunas veces necesitamos un pequeño empujón para tomar una decisión y otras nos viene mejor una buena paliza (tiende a ser más eficaz) que nos recuerde que estamos vivos.

Gracias por joderme, supongo.
Por estropearlo todo.
Por irrumpir en mi vida de una manera tan fugaz y desordenar mis emociones.

Y es que ya no queda nada para rescatar. Porque cuando saltamos por la borda, cuando decidimos tirar todos nuestros sentimientos en el mar porque acabaran escondidos entre las calamidades del océano, los míos se los comió un tiburón. Sí. Y bueno, los tuyos se construyeron un gran salvavidas hecho, prácticamente, de mentiras. 
No voy a llorar. No te lo mereces.
Has sido calculador y frío y tus palabras nunca han sido sinceras.
Siguen sin serlo, y seguimos hablando en ese lenguaje que solo tu y yo entendemos.
Nunca te creí del todo, pero me diste esperanza. Y empecé a pensar que había algo más en tí dentro de tu corazón, que no podías ser tan falso e irreal.

Pero lo eras. Eras todo fachada y mentiras. Como abrir un regalo y encontrar una caja vacía. Eras una mera ilusión que yo me había esforzado durante muchas noches en creer.
Necesitaba creer en ti.
Y aunque hoy escuecen las heridas (llenas de sal), mañana estarán cicatrizadas y, si quieres volver, tendrás la puerta cerrada. Porque las personas que me hacen daño, que me mienten, que me utilizan, que me fallan y que se marchan sin despedirse, tienen la entrada vetada a mi corazón.

Has sido un espectáculo sin efectos especiales.
Unos fuegos artificiales sin chispas.
Mucho ruido y pocas nueces.
Has sido el elefante, y no la hierba.

Y es que, en realidad, no has sido nada.
Absolutamente nada.
(o al menos esto es lo que quiero creer).


Alguien se ha tomado la molestia de cavar un agujero en el suelo y llenarlo de lodo.
Estoy de lodo hasta el cuello.

Lo último que quiero es que tu también te ensucies.

1 comentario:

  1. Diana, cada vez que leo y releo tus palabras, mis ojos se llenan de lágrimas.
    Tienes una manera única de expresarte. Lo haces a través de las palabras, eso es algo hermoso, pero me refiero a la manera de hacerlo. No es una manera específica, sino propia.

    Muchas gracias por compartir todas éstas palabras con nosotros.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Leo todos los comentarios e intento responder a todos los que puedo.
Gracias por pasar un poco de tu tiempo aquí. Lo valoro mucho.
Si quieres dejarme tu blog estaré encantada de echarle un vistazo.

Con cariño,
Diana.